Los que me conocen saben que no me gustan nada las películas de miedo.
No le veo la gracia a pasar un mal rato si no hay necesidad. Además, soy de las que se impresionan mucho con las películas y luego no puedo dormir pensando en lo que he visto.
Pero hoy, para llevarme la contraria, voy a hablar de una de ellas. Siempre hay una excepción a la norma.
Y mi única excepción es Alien.
Aún recuerdo la primera vez que la vi. El título era muy sugerente: "Alien, el octavo pasajero" y la frase que lo acompañaba mucho más: "En el espacio nadie puede oír tus gritos". Así que podéis imaginar...
Yo debía tener 14 o 15 años. Era verano y mi vecina, que es un año mayor que yo, se iba a quedar una noche sola, ya que sus padres se tenían que ir.
En aquella época vivíamos en un piso, y teníamos muy buena relación con las personas que vivían en el piso de al lado. Nuestras casas estaban abiertas los unos para los otros y compartíamos muchos momentos juntos. Mas que vecinos éramos como familia. Así que decidimos que esa noche yo me iría a dormir con ella a su casa, para que no estuviera sola. Lo normal era que ella se hubiera quedado en mi casa, pero éramos adolescentes y nos hacía ilusión estar solas. Al acostarnos, encendimos la tele que tenía en su cuarto para ver la película que echaban esa noche, que resultó que era "Alien". Mi madre jamas me hubiera dejado ver esa película, pero ¡estábamos solas y podíamos ver lo que quisiéramos!
Y aunque debo reconocer que me dio mucho miedo, me encantó. Y una de las razones por la que me gusta tanto es por su protagonista, la teniente Ellen Ripley. Creo que fue una de las primeras veces que vi una película protagonizada por una mujer fuerte, valiente, que no necesita ser rescatada por un "príncipe". Y yo quería ser como ella, una mujer capaz de enfrentarse a cualquier cosa y de luchar hasta el final. De alguna forma puedo decir que me inspiró.
¿Por qué cuento esto en un blog sobre cáncer de mama? En la tercera entrega de la película (Alien3), la teniente Ripley tiene que raparse el pelo al cero. De hecho, hay una escena de esta película que es casi icónica, en la que se ve al alíen acercándose a una teniente Ripley rapada y asustada.
Y yo, cuando supe que el pelo se me iba a caer, para no entristecerme tanto pensé: "Bueno, al menos ya me pareceré más a la teniente Ripley".
Quiero pensar en mí como una mujer fuerte, valiente y calva, como la teniente Ripley. Quiero luchar contra mi alíen particular, que aunque me da miedo, no impide que siga haciendo todo lo posible para acabar con él.
Es duro saber que se te va a caer el pelo, y más duro aún cuando ves tu cabeza lisa, sin pelo, cuando dejas de sentir ese peso familiar que solo notas ahora que no está. Es difícil no echarse a llorar cuando escuchas las tijeras y la maquinilla pasando. Podría haber hecho broma y decir: eh! que no quiero ser una skinhead! o Por fin me parezco a Ripley! Pero no, puede parecer algo superficial, pero no lo es, no estaba para bromas.
De alguna forma, el pelo también forma parte de nuestra personalidad e identidad, y cuando lo pierdes de forma involuntaria, cuando te miras en el espejo y no pareces la misma persona, sientes que has perdido algo más que simple pelo, has perdido algo de tu ser, algo de lo que te hacía ser tu.
Yo me imaginaba tan fuerte como la teniente Ripley, pero claro, aún tenía pelo, estaba viendo películas y el cáncer era algo que le pasaba a otras personas.
Esta ha sido mi entrada "friki", pero en la siguiente hablaré más sobre el pelo, pañuelos y otras cosillas relacionadas.
"Tener valor no significa no tener miedo. Tener valor significa tener miedo y, aún así, seguir adelante."